Friday, February 15, 2008

Sí Jorge Luis, yo creo en Judas.

Ayer, a causa de toparme con un folder, portador de la separata de uno de los seminarios sobre literatura en español que llevó mi enamorada allá en sus primeros ciclos de estudiante, desenterré después de casi años uno de los mejores escritos de ficción que jamás he leído, y volví a mirar hacia arriba a mi héroe personal, agredaciéndole por haber escrito en primer lugar.


Después de leer las cuatro o cinco páginas, dependiendo de la edición, de "Tres versiones de Judas", no es muy difícil entender por qué Borges nunca escribió novelas. En el primer párrafo, el narrador se dedica a situar a su personaje, Nils Runeberg, en realidades ficticias que el destino le pudo haber deparado. Lo hace colega de Basílides, Satorlino y Carpócrates, poniéndolo a la cabeza de una junta clandestina gnóstica (siendo el gnosticismo una corriente filosófico-religiosa que por el siglo dos proclamaba que la salvación del hombre se obtiene por medio de un supremo conocimiento, la gnosis, que es diferente y superior a la "simple" fe); posibilidad que termina desmintiendo al mencionar sus libros, Kristus och Judas y Den hemlige Fräsalen, publicados en la ciudad de Lund, Suecia, a comienzos del siglo XX.
Basta esta breve mención (a lo mejor tan breve como el parrafo mismo al que se refiere) para caer en la fascinación absoluta. Borges, en escasas oraciones, acaba de inventar dos libros, básicamente defensas de los actos de Judas Iscariote; ha creado un ambiente alternativo basado en la realidad para el personaje que, como todo dice, publica, diserta y argumenta, también es una invención.
Runeberg (¿o acaso Borges?), según el escrito, expone tres argumentos que sostienen el verdadero propósito del apóstol suicida. En la primera versión, asegura que la traición fue un hecho prefijado y necesario, siendo así Judas el único de los discípulos que intuyó la verdadera intención de Jesús. En la segunda, se atribuye a Judas el mayor de los sacrificios: renunciar al paraíso y rebajarse a lo más ínfimo y deplorable para concretar el propósito divino previsto por él mismo: Judas se sacrificó por el Señor. En el último argumento, Runeberg expone que el Vervo se hizo carne para la redención del hombre, pero hombre hasta la infamia, la reprobación y el abismo: Dios se hizo Judas.

Aunque lo aparente, no tengo la intención de resaltar la complicidad del ralato, más bien las incomparables impresiones de un lector aturdido (yo).
Borges no escribió un ensayo, escribió un cuento de ficción (que según Vargas Llosa es básicamente un montón de mentiras bien contadas) donde el protagonista tampoco existe, ni sus libros, y probablemente tampoco sus argumentos.
Borges juega, y creo que los lectores somos sus juguetes. Pero ninguna manipulación literaria fue tan dulce y placentera como esta.
Aunque siempre lo diga, no leo a Borges porque esté absolutamente convencido de que posea todas las verdades del universo, lo leo porque quiero creer que su ficción lo es. Lo leo porque es como tomarce una cerveza con un amigo que ha explayado los pensamientos que quiere comunicarme casi infinitamente (por ejemplo, al punto de concebir el universo entero como una biblioteca). Lo leo no porque sus ideas sean filosóficamente irrefutables o argumentativamente inquebrantables, si no porque son más una manera de ver lo cotidiano, la vida continua. El tiempo no es cíclico por o para la absoluta negación de la relevancia de mis actos, lo es porque todos los días amanece y yo, siempre que esté dispuesto a hacerlo, puedo volver a reírme de la vida, sin importar cuándo haya llorado. Lo es porque cada vez que la vida se empeña en comprobarnos que todo es una mierda, alguien nos regala un beso y la canción que estamos escuchando en ese instante la escribieron justo para nosotros.

Borges escribió para mí; y sí, yo creo en Judas.

Friday, February 8, 2008

Algo sobre libros

En el libro que estoy leyendo en este momento, La sombra del viento de Carlos Ruiz Zafón, descubrí un párrafo muy peculiar:

"Según me explicó mi padre, Gustavo Barceló estaba, técnicamente, forrado, y lo de la librería era más pasión que negocio. amaba los libros sin reserva y, aunque él lo negaba rotundamente, si alguien entraba en su librería y se enamoraba de un ejemplar cuyo precio no podía costearse, lo rebajaba hasta donde fuese necesario, o incluso lo regalaba si estimaba que el comprador era un lector de casta y no un diletante mariposón."

Así que ya saben, antes de leer un buen libro hay que hacerse bien hombrecito!